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lunes, 25 de abril de 2016

Por los caminos del café / Por Emerson Grajales Usma / Columnista RESCOLDO

“Por los caminos del café” Por Emerson Grajales Usma* 
Cuando quien escribe estas líneas andaba por los 14 años, mi padre practicaba con insondable entrega la política en el departamento de Caldas, por el partido conservador al lado del ya desaparecido dirigente Rodrigo Marín Bernal. Mi progenitor nunca entendió la actividad púbica como una despensa para servirse de ella. Me enseñó su fidelidad en las buenas y en las malas. 
A su lado recorrí incontables veces los municipios en busca de votos para el “negro” Marín, como cariñosamente llamaban al doctor Rodrigo. Muchas experiencias se iban enfilando para nuestras vidas personales. 
Por aquellas calendasmi padre se encontraba con gentes tan entrañables, siempre con denotados registros de trabajo y agotamiento, pero sin dejar a un lado la rebosada amabilidad y hospitalidad propia de los ancestros antioqueños. Llegar un día de mercado a una localidad, incitaba de inmediato a tomar un buen café, ojala del producido por la región, o en el caso de los adultos, a tomarse un “rayadito” anisado por la licorera de Caldas después de un “cargado” sancocho de gallina. Yo escuchaba que decían al momento de ordenar un pedido en un atractivo sitio público, de que fuera “Caldo de pollo” Así se le conoce a un aguardiente de color amarillo y sobre el que se han tejido un considerable número de historias. El referido era y es el aguardiente Amarillo de Manzanares”. Hoy, puedo dar fe de su calidad como de todo lo que produce la Licorera de Caldas. 
Los tiempos, los personajes y la geografía del hermoso departamento; han sido tan diferentes que hoy registra sólo el cambio obligado como muestra de desarrollo. Con la campaña presidencial que buscábamos llevar al exministro Oscar Iván Zuluaga, a la presidencia del 2014; volví a recorrer aquellos caminos cafeteros. 
No hace muchos días que visité el occidente de Caldas a municipios como Anserma, Riosucio, Belalcazar y mi natal Viterbo. Aunque mis visitas nada tenían que ver con política; si fue tema obligado como resultado de la gran preocupación de sus habitantes por la situación del país y por el revés del gobierno actual en su forma de conducir nuestra nación y las despistadas políticas económicas. 
Difícilmente podemos ver la abundancia que en otros tiempos se palpaba en las fincas, en los pueblos y además se reflejaba en los supermercados y en los bares del municipio. En Chinchiná, también en Caldas; unos amigos me decían a finales de febrero que muchas fincas fueron transformadas a ecohoteles o fincas campestres para rentar, gracias a los aturdidos gobiernos de turno que no han apoyado a campesinos, cultivadores o propietarios que fueron absorbidos por entidades crediticias ante los obligados retrasos de sus compromisos.  
A lo anterior, agreguémosle que hoy por hoy, las condiciones cambiaron con la eliminación del acuerdo mundial del café en 1988 y el desmonte del estatuto cambiario 444 y la Junta Monetaria en la administración de César Gaviria. El sector quedó a merced de la oferta y la demanda. Dentro de este marco de libertad de mercado, era inevitable que el precio de un producto inelástico se deteriorara progresivamente y castigara en un mayor grado a quienes operan con mayores costos. 
Sin embargo, la Federación Nacional de Cafeteros, mantuvo la misma estructura de opulencia. En particular, se negó a entrar en las variedades robustas que pueden cultivarse con mayores productividades (productividad por hectárea). Mientras que el último quinquenio la producción del café arábico colombiano se derrumbó, la del robusta aumento en Brasil y otros lugares. 
El otro aspecto es el tipo de cambio. El país está montado sobre el sector minero que tiene elevadas necesidades de inversión extranjera y genera la totalidad de sus ingresos en divisas. Así, la producción tiende a concentrarse en la minería y en los servicios y la mayor parte del consumo industrial y agrícola se obtiene abaratado en el exterior. 
La causa de la crisis no hay que buscarla rio arriba. Se encuentran en la trivialidad de la política cafetera de producción y costos, el motor de la minería y la modalidad de cambio flexible.  
Volver a los tiempos de las “vacas gordas” es casi que una utopía. La crisis del café llegó para quedarse mientras un gobierno asuma con mayor responsabilidad los problemas que hoy aqueja a los cafeteros, y mientras no se siga convirtiendo el ministerio de agricultura en un laboratorio para ensayar con inexpertos ministros por saldar favores políticos. 
También, mientras existan deseos de trabajo en los campesinos y ganas de progresar, podremos volver a pasearnos por los caminos del café, porque de entre los productores hay una cosa clara; y es que las crisis sirven para salir adelante. 
@Grajalesluise 
*Asesor y consultor 

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