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lunes, 24 de julio de 2017

"La nostalgía del fango" Columna de Emerson Grajales Usma, exdirector de RESCOLDO.

“La nostalgia del fango”

Por Emerson Grajales Usma*

Este domingo, leí una columna a vuelo de pájaro de un “periodista” cuyo nombre me niego a recordar, y me encontré con una frase en dicho escrito que algún día había observado en la ciudad luz, Paris; en uno de mis viajes que hacía desde Londres. La frase decía “La nostalgie de la boue” (La nostalgia del fango).

Y, hoy quiero rebatirla porque concluyo que viene al tema sobre el cual me voy a referir, en medio de los aturdidos trinos a los que “obligadamente” nos han puesto en circulación en la ya moribunda red social de twitter. Y esto a raíz de un enfrentamiento entre el ex presidente Álvaro Uribe Vélez y el periodista Daniel Samper Ospina, sobre un tema que no citaré porque es ya de público y amplio conocimiento.

El primero, fue el actor principal, mientras el segundo hizo el papel antagónico, y buscó como “cuadrilla” a un puñado de periodistas, en su mayoría del “anillo de seguridad” del presidente Juan Manuel Santos. Hasta una fundación que actúa de manera amañada y clasificando a los periodistas, no se apartó del tema y posó como defensor del cuestionado editor.

Esos mismos periodistas, son quienes han omitido de publicar los enormes daños que el sedicente “Presidente” Santos, le ha hecho y le está haciendo a nuestro país.
Un gobernante que ha enlodado de manera vertiginosa la imagen de Colombia y dicho sea de paso, también la de su apellido Santos, que heredó de su padre, un hombre probo, pero que de eso si no tuvo la indeleble capacidad el nefasto presidente de beneficiarse. Santos, nos ha paseado por los insospechados escenarios a los que solamente él ha acudido como persona. Es sinuoso, mentiroso, tramposo, calumniador y un centenar de etcéteras, etcéteras.

Con sobrada razón, y sin querer queriendo, Santos develo su posición con una frase apenas acomodada al inquilino de la Casa de Nariño: “La lucha por el poder político, saca a relucir lo peor de la condición humana”. Tal cual.

A todo lo anterior, que pareciera apenas justo para una nación colmada en un sinnúmero de problemas y faltantes, hay que sumarle la triste llegada al poder, por vía rápida y sin pagar “peaje” de los verdugos de nosotros los colombianos; los “intocables” terroristas de las Farc. A estos patibularios, el aciago gobierno de Juan Manuel Santos, les acondicionó, no una justicia especial para la paz, sino; un arma especial para la venganza contra la oposición. Sobre este tema de la JEP y de estos criminales, me referiré en próxima columna.

El señor Juan Manuel Santos, hoy dueño de un irrisorio 12% de popularidad, cifra que nunca nuestro país había registrado en gobernante alguno; cree que con sus macabros actos, logrará sostener el poder en cuerpo ajeno en el 2018.

Pueda que en las actuales calendas, no veamos el siniestro que este gobierno cínico y torturador le está haciendo al país; pero muy seguramente, los reflejos serán evidentes en corto tiempo. Para entonces Santos, con sus holgazanes que se cuentan entre sus hijos y amigotes, estarán fuera del país porque como reza aquel ya añejo adagio: “Cuando el barco se hunde, las ratas saltan”.

Tanto con el legislativo, cuyos miembros llaman muy acertadamente “la oficina”, como queriendo emular a la criminal de Envigado, y el amotinado Presidente Santos, nos tienen hoy por hoy, en el fango.

*Asesor y consultor

@Grajalesluise

¿Paz territorial? Columna del ex alcalde Jaime Castro

¿Paz territorial?
Por Jaime Casto*

Como siempre hemos tenido más territorio que Estado, los actores ilegales del conflicto y formas múltiples de delincuencia común sentaron sus reales en las tierras de nadie (no man’s land) en las que el Estado no ha logrado ejercer su autoridad ni asegurar la prestación de los servicios por los que debe responder. 

Ese abandono territorial, acompañado de desamparo social, sirvió de campo propicio para los desarrollos del conflicto.


Superar esas dos graves situaciones, lo advirtió Sergio Jaramillo, consejero presidencial y negociador del Acuerdo Final, exige que “la paz eche raíz y se instale en las regiones”, “construir institucionalidad en el territorio”, contar con “el liderazgo de alcaldes y gobernadores, que será fundamental” y cambiar el modelo que tenemos para llevar el Estado a la provincia apartada porque “se quedó sin aire”. 

Pero tan claro diagnóstico no coincide con las decisiones del Gobierno y el Congreso, tal vez porque en este caso también pasa lo que Moisés Wasserman anota para el ejercicio de otros destinos públicos: “Uno debe tener claro a dónde quiere llegar, idealmente, y hasta dónde puede”. Olvidaron que la paz territorial ofrecida por las instancias oficiales requiere, por lo menos, que el Estado asuma el control real de los territorios que estuvieron en poder de las Farc y que la administración de esos territorios sea producto de la vigencia plena de transparente institucionalidad democrática. Nada de ello está ocurriendo, infortunadamente.

Durante décadas, las Farc fueron ‘autoridad única’ en los territorios que sometieron a sus dictámenes. Repetidamente se dijo que, gracias al proceso de paz, el Estado los ocuparía y ejercería en ellos sus atribuciones, particularmente la relacionada con la seguridad individual y colectiva de sus habitantes, pero lo que se sabe es que el control de dichos territorios lo disputan, en cruenta lucha, disidentes de las Farc, Eln, ‘bacrim’, ‘clan del Golfo’ y minería ilegal, porque no hubo estrategia que llenara el vacío que dejaron los antiguos rebeldes en espacios que, además, son rutas del narcotráfico.

Como se trata de regiones afectadas por el conflicto que viven condiciones lamentables de pobreza y hasta de miseria, el Gobierno seleccionó los 170 municipios más necesitados y urgidos, por ejemplo, por la presencia de cultivos ilícitos y otras economías ilegítimas, y anunció para ellos 16 Planes Decenales de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). La ejecución de tales planes, que todavía no se sabe cuánto cuestan ni cómo se financiarán, queda condicionada, en buena medida, a la eficaz gestión de municipios y departamentos, que, en esas regiones, son la única presencia del Estado, porque para estos efectos no cuenta actividad de los ministerios u otras autoridades nacionales. Poco o nada se puede esperar de la gestión de administraciones municipales y departamentales que tienen como “obstáculos enormes la corrupción, el clientelismo y las redes de los intereses del crimen organizado” (Sergio Jaramillo). 

Esta situación solo se puede remediar cambiando las gastadas y manoseadas reglas de juego vigentes para acceder al poder a nivel regional y local, para ejercerlo y para controlarlo, pero no usaron el fast track ni las facultades de la ley habilitante para hacerlo por razón elemental: como situaciones comparables se viven en el resto del país y de ellas se beneficia la clase política con asiento en el Congreso, el Gobierno no promueve iniciativas contrarias a los intereses político-electorales de senadores y representantes, porque pierde las mayorías que lo respaldan en las cámaras.

Los retos del conflicto deben ser asumidos por los próximos gobiernos. Sin embargo, ninguno de los aspirantes presidenciales ha dicho cómo manejaría los dos aquí resumidos.

*Ex Alcalde de Bogotá

Evocando a Carlos Holmes Trujillo García. Por Emerson Grajales Usma*

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