Por Emerson Grajales Usma*
Comienzo por decir que cualquier gobernante de Colombia,
muy a pesar de tener buenas intenciones a su llegada a la casa de Nariño, los múltiples
escenarios negativos como la economía, el empleo y los variados sindicatos en
los sectores del Estado como la salud y la educación; y la volátil actividad
criminal, en especial de los grupos organizados como las disidencias de las
Farc y las permanentes actividades de grupos criminales contestatarios de
estos; bloquean las promesas de los Mandatarios al momento de intentar actuar.
En el caso específico del actual gobierno de Iván Duque,
el panorama es bien complejo. Y es bien complejo no porque lo rodee alguna
incapacidad en lo personal, sino por dos factores que han resquebrajado de
alguna manera su gestión y que el mismo Mandatario no había logrado percibir
como la insospechada herencia de su antecesor Santos y la migración de
venezolanos que hoy llega a los 1.5 millones.
Pese a que el presidente Duque, tiene una inmejorable
capacidad y conocimiento sobre los temas económicos, los espacios no han sido
los mejores a la hora de aplicar su política de la economía naranja, una de sus
banderas más subrayada durante su campaña. Aunque no podemos desconocer que el
país va por muy buen camino, en este aspecto.
Lamentable si, que por su constante negativa de no ceder
un centímetro en la llamada “mermelada”, las relaciones con el Legislativo no
colman sus expectativas pese a tener una
de las mejores cartas en el gobierno como lo es la Ministra del Interior Nancy
Patricia Gutiérrez, quien conoce al dedillo el actuar de ese órgano; no
obstante fue una de las mejores congresistas en su momento.
En el plano de las relaciones internacionales, considero
que no podrían ser superiores. El presidente Duque, tiene a uno de los más diplomáticos
y mejores relacionistas públicos como lo es el actual Canciller Carlos Holmes
Trujillo. La vasta experiencia del Ministro, ha logrado posicionar al nuestro,
como un país que sobre sale en los más insospechados escenarios
internacionales. Sus copiosos viajes trasfronterizos, que son mirados como
impopulares, le ha permitido al Jefe de Estado, adelantar fructíferas relaciones
con gobiernos que hoy, luego de las cumbres, son importantes para nuestro país
en temas de economía y para nuestro desarrollo.
Conociendo como conozco al presidente Iván Duque, las
cifras de las encuestas que hablan de su imagen de favorabilidad, no le
preocupan. El Mandatario sabe que cada segundo de su gobierno busca hacer bien
las cosas y que en tal medida, su propio balance se robustece. También conoce a
la perfección, que muchas de sus medidas por muy impopulares que estas sean,
son necesarias para el país.
En los últimos 8 años al inicio de su gestión, Duque
encontró una tasa de desempleo con niveles difíciles de controlar y que sumados
a la desbordada presencia de venezolanos, ha venido aumentando ante la demanda
de empleo con bajos costos para los empleadores. Hoy, el panorama es bien difícil.
Un colombiano trabaja por un salario mínimo, mientras un inmigrante del vecino
país, lo hace por mucho menos costos.
Son 365 días del gobierno de Iván Duque, donde lo que ha
buscado es “subsanar” una herencia maldita que Juan Manuel Santos le dejó,
partiendo de un proceso de paz amañado y mal concebido gracias a un afán nefasto
por obtener una presea que hoy todos, hasta los oferentes, saben que fue
inmerecida.
Siempre ha sido costumbre, que el gobernante de turno,
dedique su primer año a “enmendar” los daños que su antecesor dejó con amplio
trecho y que los restantes tres años, muestren los resultados de su programa de
gobierno presentado durante su campaña al país.
A eso le está apuntado Iván Duque. Sabemos que no es fácil
gobernar en un país donde los apetitos “politiqueros” abundan, en especial en
la izquierda, que hoy se encuentra profundamente dividida ante las ganas de
llegar a la Alcaldía del Distrito de Bogotá.
Las esperanzas de los colombianos están latentes, y el
gobierno tiene un reto, como lo es colmar las expectativas de un pueblo que le
apuntó a un cambio y no a un continuismo que degenere las ganas de seguir
viviendo con dignidad en nuestro país.
Nos quedan pues, tres años de esperanzas.
*Asesor
y consultor
@Grajalesluise