La
‘Cultura de la cancelación’
Por María Fernanda Cabal*
“Manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso
perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son
sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura,
la cancelación y el rechazo del pensamiento libre…”. Así reza en uno de sus
apartes la carta recientemente enviada a la revista estadounidense
Harper’s, por parte de varios intelectuales de la cultura hispanoparlante,
contra la censura y en favor del debate.
El documento, firmado por reconocidas figuras como el
Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y el filósofo español
Fernando Savater, es una adhesión a algunos de los puntos expuestos en el
polémico escrito “sobre justicia y debate abierto”, publicado semanas
atrás por el mismo medio norteamericano, apoyado por más de un centenar de
personalidades -entre escritores, intelectuales, periodistas,
educadores, activistas e
historiadores- de distintas corrientes políticas.
Aunque varios de los firmantes de la primera publicación
se retractaron horas después de haber sido puesta en circulación, ambas
cartas, sin importar las inclinaciones políticas de sus autores,
pusieron sobre la mesa un tema que a nivel mundial hemos estado en mora de
discutir: los conceptos de justicia, libertad y tolerancia para las
nuevas generaciones y el
uso perverso de "causas justas" como
formas de estigmatización.
El uso de las nuevas tecnologías ha facilitado la
difusión rápida de los postulados planteados desde distintos movimientos y corrientes
ideológicas, que, lejos de favorecer el respeto y la igualdad como
pilares de una sociedad “ideal”, han ido microsegmentando la población
sometiendo a sus líderes y convirtiendo los deseos de una minoría, en
derechos; a la vez que la exime por completo de sus deberes.
Si bien a lo largo de la historia de la humanidad, han
existido causas que han llevado a una transformación positiva de diversos
países, en los últimos años hemos visto cómo grupos supuestamente progresistas,
adoptan un perfil radical a la hora de defender y promocionar sus
ideas; justificando sus actos de destrucción y violencia en una “deuda histórica”
que debemos pagar todos, así no hayamos tenido relación alguna con
los sentimientos de
humillación o marginación a los que aseguran haber sido
sometidos durante décadas.
Es precisamente la “supremacía moral” que se atribuyen
dichos movimientos la que nos ha llevado a un nivel de
‘tolerancia cero’, que eliminó la posibilidad de realizar un debate sin temor a
ser señalado, atacado y censurado por una masa furiosa que no tiene
reparo alguno en acabar completamente con su opositor –llevándolo incluso
a ver comprometida su integridad física y emocional-, por el
simple hecho de pensar diferente.
Tal y como lo señala la carta enviada a Harper´s, “es
lamentable que se hayan producido represalias en los medios de comunicación
contra intelectuales y periodistas que han criticado los abusos
oportunistas del #MeToo o del antiesclavismo new age; represalias que se
han hecho también patentes en nuestro país mediante maniobras
discretas o ruidosas
de ostracismo y olvido contra pensadores libres tildados
injustamente de machistas o racistas y maltratados en los medios, cuando
no linchados en las redes”.
Cada confrontación virtual o presencial, se ha convertido
en una oportunidad de oro para ejercer una práctica bastante
conocida por la extrema izquierda por estos días: La cultura de la
cancelación –o "cancel culture"-.
Dicho comportamiento, que comenzó a utilizarse hacia el
2015, consiste en retirar cualquier apoyo -moral, financiero, digital y
social- a figuras públicas o empresas, después de haber hecho o dicho algo considerado
políticamente “incorrecto”, desagradable u ofensivo.
Teniendo como principal escenario las redes sociales, la
“cancelación” es una de las formas de ‘humillación en línea’ -Online
shaming-, que busca avergonzar públicamente a sus “enemigos”, que en la
mayoría de los casos representan o tienen algún tipo de liderazgo.
Ésta ha sido precisamente la estrategia empleada por
movimientos como Antifa, Black Lives
Matters y The Sunrise Movement, entre otros; a través de células esparcidas por todo el mundo, que
instrumentalizan las mentes más jóvenes induciéndolas a una “indignación colectiva”,
mientras las entrenan en estigmatizar y silenciar a sus opositores,
sin dejar espacio para el debate argumentativo.
Estos movimientos le están apuntando a reescribir “la
memoria de la humanidad”, eliminando todo aquello que consideren una
"amenaza" para sus ideales, empezando por obras literarias, películas y
series famosas; marcas o productos comercialmente muy bien posicionados,
llegando incluso hasta la destrucción de monumentos de personajes
históricos en el espacio público.
Ponerle freno a las ‘masacres mediáticas’ debe ser
nuestro principal objetivo como sociedad. De lo contrario, nuestro
pensamiento se verá cada vez más condicionado por los caprichos de unos pocos, que
nos someten a una falsa elección entre respeto y libertad.
*Senadora de la República