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lunes, 19 de agosto de 2019

"A Galán lo mataron por denunciar el poder corruptor del narcotráfico y por enfrentarlo con verticalidad en todos los frentes de la vida nacional, empezando por la política"


¿Sacrificio estéril? 30 años después...

 Por Juan Lozano*

La política colombiana está peor que hace 30 años. Y la justicia. Y el narcotráfico. Cuánto hubiera querido escribir hoy sobre cómo el sacrificio de Galán le permitió a Colombia adquirir conciencia sobre los grandes males que la afligen y sobre cómo sus ideas han sido el motor de las transformaciones para que los colombianos vivamos mejor. Pero mentiría. Eso no pasó.
Lo que pasó fue que desde su propia muerte, mientras muchos de los antiguos mandamases del Nuevo Liberalismo se combatían unos a otros por los votos de Galán, olvidando tantos de ellos que habían heredado responsabilidades y no caudas electorales, la Asamblea Constituyente convocada sobre el cadáver fresco de Galán pisoteó su legado hasta prohibir la extradición, como lo querían sus asesinos, y tonificar una dañina clase política.

Y aunque sería necio negar importantes contribuciones de la Constituyente, como la ampliación de la carta de derechos y la consagración de la tutela, la vieja clase política, primero revocada y luego redimida y repotenciada mediante oscuro pacto, se apoderó del desarrollo de la nueva constitución hasta diseñar a lo largo de estos 30 años el perverso sistema que nos rige, en el que el Estado es un botín y la política, un instrumento criminal para lograrlo en un país que nada en océanos de coca.

A Galán lo mataron por denunciar el poder corruptor del narcotráfico y por enfrentarlo con verticalidad en todos los frentes de la vida nacional, empezando por la política. Y quienes lo mataron se salieron con la suya en lo que tiene que ver con la prosperidad del narco, combustible de todas nuestras violencias, de los carteles de todo pelambre, de los paramilitares, de las ‘bacrim’ y de las Farc, entre otras guerrillas y grupos armados.

Más recientemente, después del 8.000, la ‘farcpolítica’, la ‘parapolítica’ y los escándalos de la financiación de la campaña de 2014, el proceso de negociación con las Farc se estructuró tapándose los ojos y garantizando impunidad frente a dos realidades inocultables: los crímenes de lesa humanidad asociados con el abuso, violación y reclutamiento sistemático de menores, por una parte, y la condición estructural narcotraficante de las Farc, por la otra. El Gobierno no negoció solo con una guerrilla idealista y angelical. Negoció con un siniestro cartel.

No todo está perdido. Hay esperanza. Y la hay porque las traicionadas ideas de Galán siguen conservando su vigencia. El grueso de los colombianos está entendiendo que una narconación no tiene futuro y que a los criminales hay que enfrentarlos, así muchos se hayan burlado o se estén burlando de la justicia. La gente del común, más empoderada, está hastiada de tanto bandido de cuello blanco.

Y hay esperanza porque, a pesar de las críticas y los ataques, tenemos un presidente honesto, un contralor y un procurador que no están cooptados por los carteles y una determinación creciente entre los colombianos (que aún no saben cómo traducirla en acciones) para impulsar unos cambios profundos que permitan devolver la virtud a la política de la mano con su capacidad para interpretar cabalmente al pueblo y anteponer el bienestar colectivo a cualquier empeño personal de lucrarse del poder.

Si hoy terminara la historia, yo concluiría que el sacrificio de Luis Carlos Galán fue estéril y diría que casi todo se perdió, recordando con horror la tragedia que vivimos quienes estuvimos en la plaza de Soacha y el infierno que viví en el hospital de Bosa desde cuando lo bajamos de su carro clamando al cielo por un milagro.

Pero la historia no termina hoy. Por el contrario. Debemos mirar con esperanza un futuro mejor porque las enseñanzas y el legado de Galán están vivos. Lo que tenemos como sociedad es una formidable tarea pendiente.

Bien lo dijo Galán: “A los hombres los pueden eliminar, pero a sus ideas no”.

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