Por
Emerson Grajales Usma*
Cuando el entonces ministro de Defensa Juan Manuel
Santos, le suplicó al mandatario Álvaro Uribe Vélez, que le diera su aval para
aspirar a sucederlo en la Casa de Nariño; el presidente Uribe, accedió basado
en que la plataforma política que lo sostuvo como jefe de Estado en dos periodos,
sería respetada y honrada por Santos si llegaba al primera cargo del país.
De inmediato se “editó” una campaña basada en que una
posible llegada de Juan Manuel Santos, al poder, seguiríamos abrazando la
tranquilidad que reinaba por aquellas calendas en gran parte del territorio
nacional, en temas de seguridad, empleo e inversión social.
Ese parte de tranquilidad, le permitió a Colombia
albergar un sinnúmero de inversionistas extranjeros que vieron en nuestra
nación un verdadero paraíso terrenal. También se reactivó la productividad agrícola
y ganadera ante el notorio ausentismo de los actos belicosos y desestabilizadores
por parte del primer grupo terrorista y criminal como lo ha sido las Farc.
Uribe, los tenía sitiados.
Pero, sucedió lo que ya el país conoce y a fondo. Don
Juan Manuel Santos, no sólo traicionó a su mentor Álvaro Uribe, sino también a
quienes votamos por él luego que hubiéramos sido persuadidos para que lo apoyáramos.
Vaya tragedia.
Siempre soñamos con un país colmado de prosperidad, de
oportunidades laborales y donde la seguridad democrática abanderada por el hoy
senador Uribe, siguiera su rumbo que nos permitía pasearnos a lo largo y ancho
de la geografía nacional. Luna de miel que sólo nos duro ocho años.
El nefasto presidente Santos, mal asesorado por el
también infausto hermano, Enrique; paralelamente con su inicio en el primer
periodo, le dio “rienda suelta” a unos diálogos clandestinos, con el narcoterrorista
grupo de las Farc. Pero Santos, el presidente, abordó el campo del engaño desde
el mismo inicio de su gobierno, y al conocerse que se adelantaban contactos del
Estado a través de terceros con las Farc, salió a los medios de comunicación a
desmentir las versiones que sobre ese hecho, había advertido el ex presidente
Álvaro Uribe Vélez. Ahí fue trolla.
Era de esperarse que ante la oportunista actitud de Juan
Manuel Santos, la relación tanto política como personal, colapsara entre Santos
y su antecesor y mentor Uribe.
Pero, don Juan Manuel, no contento con lo que a espaldas
del país estaba haciendo para favorecer al grupo criminal de las Farc, convocó
a un plebiscito del que consideró le permitiría “lavarse las manos” y abanderó
una campaña para que los colombianos apoyaran los acuerdos gobierno-Farc. El
tiro, se le fue a Santos por la culata. Ganó, ampliamente, el NO.
La campaña del NO, cuyos costos fueron registrados muy
por debajo de los enormes gastos que asumió el Estado; ganó. La abanderó un
puñado de personas que vieron que Santos nos estaba conduciendo al abismo. Lo
lamentable, fue que ganamos y en un acto propio de los golpistas; desde el
solio de Bolívar, Santos, desconoció el fervor popular que en su gran mayoría, habíamos
rechazado ese “negociado” con las Farc, cuyo fuerte tufillo aun se siente.
Pero, los actos golpistas, fueron más allá. El mandatario
demostró una vez más su indeleble inclinación por el Castrochavismo, y delimitó,
sin sonrojarse en lo más mínimo, los poderes.
Convirtió al legislativo y al judicial, en sus órganos de
bolsillo. Se los “puso de ruana” al verse descubierto de poder. Vía Fast Track,
“empotró” leyes a la Constituyente, terminando de convertirla en una verdadera
colcha de retazos. La Corte, hoy, le dio un duro golpe a la Constitución y la
ley, blindó por doce años los acuerdos del gobierno y el grupo criminal y
narcoterrorista de las Farc.
La tarea, que no será nada fácil ante los engaños, una
chequera a la orden del día y una maquinaria aceitada; hay que asumirla para
que en el 2018 retomemos el rumbo del país, las leyes y la constitución.
Ante todo lo ya descrito en esta columna, debemos
preservar las esperanzas de que veremos luz al final del túnel. Los candidatos
gobiernistas que posan de humildes ovejas, no pueden tener la más mínima
esperanza de una oportunidad para que nuestra nación se nos siga destruyendo a
pedazos; para que el país siga el indeseado camino del socialismo del siglo
XXI, para que se permita claudicar ante los violentos y despreciar a sus
víctimas.
El Centro Democrático tiene un aquilatado abanico de precandidatos,
todos seis con un cumulo de experiencia y avalados por destacados pergaminos. Los
senadores Carolina Guerra, Paloma Valencia e Iván Duque que conjuntamente con Carlos Holmes Trujillo, Rafael Nieto y con
la llegada de Luis Alfredo Ramos; conforman la esperanza para manejar un país
en el que todos vivamos en paz y donde la justicia siga predominando por encima
de intereses mezquinos que hoy nos imponen.
El país que soñamos, lo podemos alcanzar, pero la palabra
la tiene usted a través de las urnas el próximo año.
*Asesor y
consultor
@Grajalalesluise