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sábado, 2 de noviembre de 2019

"Nos impusieron a un antiuribista pura sangre. A Eduardo Cardona"


La fecha que nos marcó

Por Emerson Grajales Usma*


Las elecciones del pasado 27 de octubre, nos dejaron muchos éxitos a unos y reveses políticos a otros. Fue una jornada colmada de sorpresas inesperadas.

En nuestro Partido Centro Democrático, muy a pesar de haber aumentado el número de gobernadores, alcaldes, Concejales y Diputados comparativamente con las anteriores elecciones a cuerpos colegiados; podríamos decir que ahí fuimos exitosos, con excepciones muy notorias; pero las derrotas sufridas en regiones que en otrora eran muy demarcadas como uribistas, quedamos muy mal parados. Y así lo reconoció el propio expresidente Álvaro Uribe Vélez, al anunciar a través de su cuenta en twitter; que fue derrotado.

Y en otros partidos políticos no menos importantes, también llegaron los sinsabores inesperados. Por otro lado, las mieles del éxito tocaron las puertas de candidatos que se desligaron del andamiaje “politiquero” como fue el caso del propio Antioquia, que, hasta el 27 de octubre, fue el “Vaticano” del uribismo. Otra zona del país considerada como la “meca” del Senador Álvaro Uribe, fue el Eje Cafetero. La debacle política hizo su asomo en Caldas, donde casi que se tenía segura la gobernación de ese Departamento pero, paradójicamente, los resultados fueron catastróficos para el candidato uribista (Camilo Gaviria G).

En el Quindío, la votación del contendor dobló a nuestro candidato y nos sacó de plano como el departamento modelo en el antiguo Caldas, con amplia tendencia al Centro Democrático, muy a pesar de haber sido un candidato de consenso.

En Risaralda, el panorama no es menos encomiástico. Allí, los congresistas “uribistas”, primíparos los dos, optaron por darle la estocada final a nuestro movimiento; (Corrales y Vallejo). Pese a que se presentaron varios aspirantes a la gobernación en busca del aval del partido, los parlamentarios acudieron a la indeseable práctica de escoger a dedo cual sería el aspirante “oficial”. Y vaya sorpresa.

Nos impusieron a un antiuribista pura sangre. A Eduardo Cardona. Un reconocido columnista tanto en medios regionales como nacionales, que se había dedicado en los últimos seis años del gobiernos Uribe, a despotricar de su gestión y de paso a catalogarlo en varios de sus escritos como el “hombre que le ha hecho daño al país” o cuando lo describió como “paraco”. A ese personajillo, le apuntaron el Senador Alejandro Corrales y el Representante Gabriel Vallejo, sin importar las columnas que habían sido evidenciadas con anterioridad a sus posturas de dictadores regionales y a la imposición del nefasto “postulante”.

Todos estos ingredientes, amargos por demás, fueron los que llevaron a la hecatombe al Partido Centro Democrático el pasado 27 de octubre.

Por fortuna vendrán otras elecciones parlamentarias que nos permitirá corregir el grave error, que como fue mi caso, le aposté al Senado con un hombre que se mostró noble de entre los cafetales de la hoy aturdida municipalidad de Belén de Umbría, pero que sacó su casta dictatorial, cuando le entregaron su credencial como tal.

La del 27 de octubre, será indiscutiblemente, la fecha que no quisiéramos volver a repetir. La fecha que nos marcó.

*Asesor y consultor

@Grajalesluise

"El modelo está fracasando y requiere correctivos urgentes"


Urnas Calientes
Por Juan Lozano


Más allá de lo ocurrido en Bogotá, Cali y Medellín, que copan casi todo el espectro mediático nacional y dejan ver interesantes procesos deliberativos, campañas con propuestas estudiadas, candidatos de mucho peso y participación ciudadana ilustrada, lo que ocurrió en el resto del país, con excepciones notables, debe prender todas las alarmas cívicas, políticas, de seguridad, de control fiscal y éticas del país.

El retroceso democrático es escalofriante. La corrupción se incuba en las campañas, y se profundizó por la crisis de los partidos, la anarquía de coavales, la disputa a sangre y fuego de territorios y elecciones locales por grupos criminales, la violencia electoral, la indebida manipulación de muchas candidaturas por firmas, la resurrección de clanes y estructuras corruptas, los costos desbordados de las campañas, la trashumancia desenfrenada, la intervención desvergonzada de centenares de alcaldes y gobernadores para impulsar a sus sucesores y la ausencia de reportes financieros de los candidatos a las autoridades, entre otros factores.

El Gobierno Nacional de buena fe hizo lo que pudo. Impulsó la pedagogía electoral, estimuló las plataformas y los grupos de control y denuncia, lideró la acción de la Fuerza Pública para garantizar una jornada pacífica. La ministra del Interior y el Presidente de la república brindaron todas las garantías democráticas que estaban a su alcance y demostraron equilibrio político, alejados de cualquier favorecimiento partidista. El Gobierno, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua o Bolivia, no fue el problema. El problema es el sistema político.

El sistema político está podrido. El modelo está fracasando y requiere correctivos urgentes. La elección popular de alcaldes y gobernadores se ha venido deteriorando progresivamente hasta convertir la política en una herramienta criminal y el Estado en un botín en muchísimos municipios de Colombia.

Los centenares de miles de millones de pesos que invirtieron los políticos corruptos en esta campaña para hacerse con el poder territorial serán sustraídos en los próximos cuatro años de las arcas públicas. Las campañas multimillonarias de los bandidos saqueadores de nuestros presupuestos no las pagan ellos. No. Las terminamos pagando nosotros. Lo que ellos giran en sus jornadas proselitistas es un anticipo de lo que luego se roban.

Papel destacado, tratando de contener esta avalancha de delitos, irregularidades e infamias, cumplió el procurador Carrillo. Las cifras son escalofriantes. Solicitó 705 revocatorias de inscripciones, montó un puesto de mando unificado para contener amenazas contra 148 candidatos, tramitó 885 quejas por diversas causas, como participación de servidores públicos en política, trashumancia electoral, constreñimiento al elector o actos de corrupción.

El Procurador abrió 42 actuaciones preventivas, 19 indagaciones preliminares y suspendió a 12 servidores públicos por participación en política. Tiene abiertos 1.175 procesos disciplinarios a 503 candidatos. Y puso en evidencia que el 24,6 por ciento del país, es decir, 274 municipios, presenta un alto riesgo de trashumancia electoral, alcanzando el sorprendente umbral de 795.262 posibles trashumantes. El Procurador también hizo lo que pudo. Pero, insisto, el problema es el sistema.

Comparados con algunos de nuestros vecinos, debemos celebrar que haya elecciones, y comparados con nuestro pasado, debemos celebrar la caída en picada de acciones armadas contra el proceso electoral. Comparados con la economía global, debemos celebrar nuestras mejores proyecciones. Todo eso es cierto, y por eso, en Colombia hay esperanza frente a la construcción de un mejor futuro.

Sin embargo, para consolidarlo, una condición indispensable es una reforma política y electoral profunda que recupere la política como instrumento virtuoso para construir un mejor país.  

*Tomada de El Tiempo

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